Durante mucho tiempo transitó por las calles de Los Álamos, un caballero vestido de negro, camisa blanca y corbata. Crecí
viéndolo de la misma forma, su oscura y pulcra figura lo diferenciaba, se veía siempre
impecable, educado, sonriente y a todos saludaba. Destacable, no todos saludamos
a nuestros semejantes.
Lo vi durante años
con su maletín de mañana o de tarde,
siempre ágil, de rápido andar y atenta mirada. Cada vez que me encontraba con él
tenía un simpático “buenos días” nos cruzábamos día a día, y eso era todo. Lo
miraba… lo veía… pero jamás pregunté que hacia con ese maletín, ni a donde iba
todos los días, quien era, donde vivía,
ni algo tan esencial como su nombre.
Es que, para ello había una explicación, él era conocido, por
todos los alameños … por lo tanto habría sido
como preguntar, quien es Luis Miguel…? así
de conocido era. Y, la razón es
que, ese caballero de amable sonrisa, era victima del chileno al que le sobra
la inteligencia… pero para poner el apodo
que se le vino a la mente, ya sea por algo que vio, o lo que hizo el otro.
Ahí brota esa chispa
típica, sobre todo para poner sobrenombres, adjetivos o inventar frases y palabras, que se dice, es conocida
hasta en el extranjero.
Habría que preguntarse si esa supuesta "gracia", le hace gracia a las personas…o se irá demasiado lejos con los apodos?.
Hay apodos que
marcan, otros que pesan, otros que predestinan, otros que dañan, porque una vez
que se lanzaron al viento, nada los
detiene, solo el pasar del tiempo es
capaz de borrarlos y… muchas veces ni
eso.
En este caso, esa persona que describo como un caballero,
de aquellos que son una especies en extinción, -creo estará de acuerdo conmigo-…no debe haber
sido feliz con su apodo, al menos al
principio. Quizás no le quedó otra cosa que acostumbrarse y llevarse con él ese
apodo hasta su muerte como el…
“Botica andando”… pueden
creerlo?...
Indudablemente, lo que llevaba en el maletín -el que quedó grabado en la memoria de todos los que le conocimos- fue la razón de su apodo.
Por : Patricia Carrillo M.
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