No recuerdo que edad tenia, pero era
niña aún, cuando un día llegó mi padre
con una bolsa de rico pan calentito a deleitarnos el desayuno, era diferente a
ese que todos conocemos y que compramos en supermercados. Este en cambio tenía
un sabor y color diferente, el sabor es algo no fácil de explicar, diría que
era algo ácido -en aquel tiempo- crujiente, con olor agradable que invitaba al cafecito a
cualquier hora, que lo hacia marcar la diferencia
con el de la panadería, a pesar que este también era del agrado de todos.
Mi padre lo prefería y por eso
algunas veces llegaba con este sabroso pan con un color café y una leve marca mas clara
encima. Al cabo de un tiempo se transformó en nuestro pan favorito. Era cocido
en horno de ladrillo, tal vez eso hacía la diferencia, es lo que ahora sé,
porque cuando era niña ni me daba cuenta, total las cosas estaban al alcance de
la mano y listo, nada tiene la importancia que con los años le vamos dando a
las cosas, sobre todo cuando revisamos
la cinta y vemos a nuestra abuelita amasando el pan diario que no podía
faltar … oohhh… esos años que no puedes encerrar para que no se vayan… cuanto
les costaría mantener esa panera llena…
sobre todo, cuando las familias en el pasado, eran tan numerosas… es para meditarlo
o No?
Pasaron los años…. ya crecida, con
una hermosa familia formada, por un marido perfecto y dos hijitos bellos, amorosos e inteligentes,
se repite la historia.
Si, porque esta
vez, fue de nuevo el padre de estos dos niños quien hizo lo mismo que mi padre.
Claro porque un día trajo a casa unos cuantos panecitos cafés, crujientes y sabrosos que inmediatamente ejercieron el mismo
efecto que en mi niñez, pues a ellos también les parecieron apetitosos y
llenó sus gustos. Luego de pasados unos
días Diego pregunta al papá…
Patricio y Diego Matus Carrillo |
¿Papi y por qué no traes ese pan del otro día”?.
-¿Cual pan
“papito”? - pregunta su padre…
-Ese que era duuuro…¡ dice Diego
¡ Aaahhh!, el pan “Molina”... te gustó...?
-¡Si .. si papá...¡ a mi también !-contesta Patricio-
Así fue como nació para quedarse “bautizado” en casa por nuestros hijos, como
el “Pan Duro”, ese ansiado y apetitoso pancito regordete que lo pedían siempre y que nunca mas se pronunció
de otra forma, pasando a formar parte de nuestra vida familiar dominical.
Se trata de un pan especial... un famoso pan
hecho por una alameña, quien durante años ha pasado a formar parte en la vida de
muchos hogares, haciendo que esa
reunión familiar sea muy placentera con solo
degustar el exquisito pan calentito y crujiente, hecho por doña Lucinda González
Molina, quien diariamente se levantaba muy temprano a preparar la fogata y
dejar a punto ese horno de ladrillo, que
le da un toque especial a todo lo que entra allí. Doña Lucinda siguió la tradición familiar -su madre en los años 40 abastecía a la familia Eyheramendy Larroulet- y pertenece a una de las sacrificadas y antiguas familias de Los Álamos
que han dedicado su vida al trabajo de esfuerzo y a la
mini empresa entregando con ello alegría al hogar de muchos alameños, hasta... el 27 de Octubre de
2014, que por una enfermedad, no ha podido retomar su batea y remojar la harina para que
nuevamente podamos disfrutar de esos
deliciosos panecillos. …
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