Los cuyes.
Son animalitos que a pesar de crecer rodeado de personas desde el primer día, no cambian su instinto de resguardo. Siempre se están protegiendo y se acurrucan en su rincón sintiéndose con ello a salvo del depredador más grande de todos los tiempos.
Cualquier ruido
que desconocen les provoca temor y
arrancan con una velocidad impresionante. En un segundo desaparecen y se van a
su sitio “seguro” que no es mas que una frágil
construcción de madera terciada con techo o no, ...pero…ese es su bunker.
¡Ooohh… pequeños seres preciosos, que son
vistos en las ollas y sartenes!. Sobre todo en la cocina nortina y peruana donde se crían para el hombre, tanto en la cocina
como en vestuario.
Solo quienes los que los
criamos como mascotas sabemos lo inteligentes y hermosos que suelen ser y van
desarrollando hábitos o costumbres entretenidas, pero también hacen maldades,
cuando el dueño se descuida, son capaces de destruir un artículo, como sucedió
en mi caso, que dejé por un buen rato en
un rincón una bota y cuando las fui a buscar para llevarlas al zapatero, me
encontré con la triste sorpresa… estaban
inservibles.
Ellos reconocen
los ruidos a la distancia. Cuando suenan
las puertas del primer piso, ya saben que viene subiendo el amo que les provee
de alimentos o escuchan el ruido de auto y se ponen en guardia y si el
amo se olvidó traerles el sustento, ellos se lo recuerdan, de la forma mas ruidosa que tiene para hacerse escuchar y ver.
No podemos ignorarlos porque si no
es por el sonido que emiten, se ponen
por delante, a la vez que uno va caminando…eso, cuando andan sueltos por
la casa, como hacemos en la nuestra.
Ya bien tarde
como a las 23:oo los encerramos para que duerman tranquilos y tapaditos durante toda la noche, al menos eso creemos. En el día los dejamos
salir a recorrer por donde ellos quieran.
Lo
malo, es que hay que andar detrás recogiendo sus huellas, cosa que también le
sirven al “depredador” puesto que son el resultado del mejor pasto y vegetales
que engullen. Sin embargo, resultan demasiados entretenidos como para quejarse
y no aprovechar lo que la generosa
naturaleza nos dio a través de estos suaves y hermosos animalitos y
aprender de ellos como seres que entregan alegría, felicidad y enseñarnos que la fragilidad, inocencia y dependencia, tiene mucha semejanza a la del
ser humano, ese ser que desde su
nacimiento necesita de alguien que lo proteja, para subsistir
como son los
niños y luego los adultos mayores.
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